viernes, 19 de abril de 2013

LOGOTEORIA: Una Antropología del "sentido".

Lic. Ruben H. GUMILLA
 
Introducción

Una realidad incuestionable, es que no podemos alterar nuestro pasado. Somos los escritores de nuestra vida: lo que está escrito es página que no puede ser arrancada. Cada día, cada minuto, cada línea de nuestra vida es escrita por nosotros hasta el momento en que Dios retira de nuestra mano la pluma y después del último garabato él mismo escribe la palabra “fin”. Está en el presente nuestra posibilidad de escoger dentro de un sin número de opciones y modificar la “obra” desde ahora en adelante; el ayer no cambia, pero el hoy y el mañana pueden escribirse con “letras nuevas”. Aún cuando nuestra “obra literaria” haya sido un intento frustrado, podemos transformarla en un “best-seller”, aunque sea sólo al final.

Viktor Frankl, Psiquiatra  y Doctor en Filosofía, no dijo jamás qué o cuál era el sentido de la vida, pero sí dijo que la vida tiene sentido y que ese sentido que busca cada uno está más allá de toda situación y circunstancia que nos presente la misma vida (lo sabe por experiencia), confiando siempre en las misteriosas capacidades humanas de transformar cualquier sufrimiento en algo positivo, en un aprendizaje. Él mismo pudo dar testimonio de lo que es capaz el hombre, incluso en las peores condiciones de vida, cuando ha encontrado el sentido de su vida.

Hoy vivimos en una época en la cual gran número de personas sufren “frustración existencial”, tienen la pluma en la mano y no saben para qué, otros se olvidaron de escribir, otros, todavía, no saben que tienen la pluma en su poder…, sobre todo los jóvenes que experimentan su deseo de sentido malogrado, y  esta privación se manifiesta en el aburrimiento, la carencia de objetivos y de propósitos; a pesar de tener, gozar y poder tantas cosas. Habitualmente los jóvenes dicen que no tienen futuro o que no saben si algún día se desempeñarán en lo que hoy estudian con más o menos esfuerzo,…  o, en el peor de los casos, no tienen ninguna respuesta al momento de pensar en el futuro, no quieren darla, tienen miedo, y hasta les provoca una gran angustia pensar en el mañana.   A esta “falta” o “ausencia” de una respuesta, de un contenido vital Víktor Frankl le llama “vacío interior” o “vacío existencial”, también “represión del futuro” y lo define como la enfermedad de hoy[1], que traspasa cualquier barrera: social, económica, geográfica, etc.

Dos trabajos realizados por investigadores norteamericanos dieron a conocer que la sensación abismal de falta de sentido en el Tercer Mundo se da especialmente en la juventud académica[2], por la alineación que produce una educación básicamente tecnológica y científica. El aspecto sectorial del saber, como es una parte de la verdad (pero considerada total), produce una fragmentación en la unidad del hombre contemporáneo. La falta de una formación humanística lleva aparejado la falta de propósitos, objetivos, valores, y en general de una visión más amplia, que la ciencia y la técnica no pueden proveer.

La educación integral se convierte en una tarea privilegiada y fundamental para la búsqueda de sentido en los jóvenes y prevenir así el vacío existencial. Una renovada y creativa pedagogía, como ciencia y arte podría ser una útil herramienta para buscar nuevos caminos para la re-humanización y personalización del sujeto.

La Logo-teoría de Víktor Frankl brinda elementos esenciales para un proceso educativo y de aprendizaje, dentro del marco teórico de la psicología humanista y existencial, fundamentada en una concepción de hombre como un ser que se “hace” en libertad y responsabilidad en medio de circunstancias concretas. Terapia y educación coinciden en la solicitud y servicio en bien del otro. Ambas son un proceso de orientación con un sentido muy claro: personalizar integrando las dimensiones humanas.

Queremos contribuir, llevando la obra re-humanizadora de Frankl al ámbito de la educación, con una serie de elementos curriculares para el trabajo de algunos temas humanísticos-cristianos destinados a jóvenes y no tan jóvenes.

Comenzamos exponiendo dos elementos fundantes de la teoría del “sentido”: por una parte su concepción antropológica sintetizada en cuatro puntos clave y, por otra, nos ha parecido importante dar algunas pinceladas acerca de los principios de la psicoterapia existencial o “análisis existencial” como lo llamaba el mismo Frankl. Ambos elementos están en la base de su pensamiento y son el sustento de su obra.

En el centro del marco conceptual se encuentra la teoría del “sentido de la vida”, novedad que encarna la llamada “Tercera Escuela vienesa de Psicoterapia”. La logo-teoría encierra una interpretación del hombre como aquel que es en sí mismo búsqueda de sentido, el ser que necesita buscar algo-alguien que no es él mismo: un valor, un sentido, una dirección, un fin, otra persona, etc. La esencia del hombre es algo que está más allá de sí, es algo trascendente.  Para Frankl, la búsqueda de sentido es la exacta y precisa definición de la naturaleza humana.

A Continuación desarrollamos lo que se ha dado en llamar la “frustración” de ese sentido de la vida propia, es decir, el hecho concreto de no buscar, o de buscar y no encontrar un sentido en la vida, situación esta que está hoy muy extendida, sobre todo entre los jóvenes, motivo por el cual nos llevó a investigar este tema.

Para terminar con el marco teórico exponemos nuestra concepción de educación y su relación con la logo-teoría. Es notable la similitud de roles entre educación y terapia, en ello hacemos hincapié, sin desconocer las diferencias que también son importantes. Ambas tareas se relacionan a partir del servicio a “otro” partiendo de ese otro para su propio desarrollo y perfeccionamiento humano.

En la tarea de “sacar” del otro lo mejor de sí a través de un proceso de auto-conocimiento, proponemos el ejemplo del método socrático, especialmente la etapa de la mayéutica.



[1] FRANKL, V. (1990) pag. 17.
 
[2] FRANKL, V. (2000) Pags. 38-40.



Una antropología del sentido


“¿Qué es en realidad el hombre?.

Es el ser que siempre decide lo que es.

Es el ser que ha inventado las cámaras de gas,

pero así mismo es el ser que ha entrado en ellas

con paso firme musitando una oración.”

(FRANKL, V. (1999) pag. 126)

 

La  Filosofía es la base inevitable de todo pensamiento: todo punto de vista pedagógico incluye una filosofía del mundo y del hombre. Es importantísimo comenzar con este apartado ya que, en definitiva, la cuestión pedagógica del sentido no es psicológica, en último término, sino antropológica. No existe ningún planteo pedagógico que no tenga, más o menos explícito, un concepto de hombre.

Una pregunta válida sería ¿cuál es el “centro” que constituye al hombre como tal? Para poder distinguir esta realidad específicamente humana de todo condicionamiento hereditario, instintivo y socio-cultural. Creemos que ese núcleo es la dimensión espiritual. Proponemos la inclusión de “lo espiritual” en el terreno de lo pedagógico-educativo (currículum nulo) como la posibilidad de educar integralmente y desde lo más hondo al ser humano. Esta pretensión no es caprichosa, sino que surge de los mismos alumnos cuando plantean sus necesidades y cuestionamientos tanto en las aulas como en otros ámbitos, no tanto delante de toda la clase sino, y sobre todo, en forma personal y privada. De fondo está el problema de todos los hombres de todos los tiempos; “el problema” del hombre: resolver la propia existencia.

La cuestión del “sentido de la propia vida” está más allá de la ciencia empírica, se relaciona con la totalidad del hombre como ser espiritual-personal. Toda nuestra concepción psicológica-pedagógica responde a este horizonte para que el hombre alcance lo que está llamado a ser.

Para poder alcanzar la verdadera esencia del hombre es preciso advertir tendencias reduccionistas tales como fisiologismo, psicologismo y sociologismo.

En la visión freudiana (a Frankl le gusta comparar sus ideas con las otras escuelas de psicoterapia: Freud, Adler y Jung) el  hombre tiene como objetivo en su vida liquidar y someter las magnitudes de estímulos o de excitaciones, que, procedentes de dentro o de fuera, llegan hasta él, a cuyo intento sirve el aparato psíquico. En Freud está muy presente el principio de homeostasis[1] en el hombre, su función es siempre el restablecimiento de un equilibrio perdido; que a decir verdad, ni siquiera es un principio válido en el ámbito de lo puramente biológico ya que el hombre es más que biología (psiquis y espíritu); no sólo se “acomoda” también produce, crea, transforma, dice Frankl.

Para Alfred Adler un concepto clave es el de inferioridad del órgano. En cuanto fenómeno somático, lleva como reacción psíquica al “sentimiento de inferioridad”, no sólo ante la inferioridad orgánica, sino también ante la constitución enfermiza, la debilidad y la fealdad. Este sentimiento busca la compensación ya sea en el ámbito social “sentimiento de sociabilidad” hasta la “sobre-compensación” llegando así a la esencia de la neurosis. Ahora es lo social lo que determina la actitud y conducta del hombre, el medio ambiente, el entorno y la educación.

En cualquiera de estos u otros casos de “reduccionismo” no se alcanza la unidad del hombre dada por el alma como forma sustancial espiritual. No hay necesidad de buscar y encontrar todas las perturbaciones solamente en el aparato psíquico como la realidad última y más profunda.

 

Premisas antropológicas fundamentales[2] de la Logo-teoría.

1-    El hombre es un ser espiritual-personal.

2-   Capaz de autodeterminarse.

3-   Que se orienta primariamente hacia el significado y los valores.

4-   La autotrascendencia pertenece de manera esencial al ser del hombre.

 

A. El hombre es un ser espiritual-personal.

Contraria a tendencias unidimensionales, absolutistas y por lo tanto sub-humanas, postulamos una pluralidad de dimensiones, una multiplicidad. El punto desde el cual parte esta ontología humana es: el hombre es una esencia espiritual; además de afirmar la dimensión bio-psíquica y sin confundir, mezclar o reducir una dimensión a la otra. La tarea, nada fácil, es mantener la unidad antropológica junto con la multiplicidad dimensional propia del ser humano.

Cuando se reduce lo espiritual a lo psíquico se corre el riesgo de rechazar la intención u objeto hacia el que se dirige un acto. Las intenciones se dirigen a los valores; una ciencia que descarta la intencionalidad libre del hombre, desprecia los valores y es ciego a lo espiritual (¿Freud?[3]). Cuando una persona actúa enajenada, es decir, cuando le “deja” el mando a los instintos, por ejemplo, ese acto queda vaciado de intencionalidad, sin referencia a un valor originario, entonces se busca el placer como algo residual.

Frankl concibe al hombre como una “estructura concéntrica, donde la dimensión somática, la psíquica y la noética resultan ontológicamente diversas, pero antropológicamente inseparables en cuanto a la dimensión superior (la noética) unifica y reagrupa alrededor de su propio núcleo, la globalidad del ser del hombre”[4]. La existencia humana es una unitas multiplex.


¿Qué es el "sentido"?

   
“Quien tiene un por qué para vivir
puede soportar casi cualquier cómo
Nietzsche.
 
El conocido Psicólogo estadounidense Gordon Allport comienza el prefacio al libro “El hombre en busca de sentido” de V. Frankl comentando que el Doctor solía preguntar a sus pacientes  por qué no se suicidaban. A uno lo “ata” a la vida los hijos, a otro algunos recuerdos, otros respondían un talento, un sueño sin cumplir todavía, alguna cualidad o destreza, etc. De las respuestas emitidas, Frankl sacaba líneas y orientaciones para la ayuda psicoterapeuta (logoterapéutica[1]): rescatar algunas hebras rotas de hilo que tejían la vida de esa persona que se encontraba extraviada, para que la misma pueda volver a ser un tejido significativo y fuerte.
El sentido no se puede dar, sino que hay que encontrarlo, se puede encontrar y se tiene que encontrar, ya que el sentido está, y existe; nuestra tarea consiste en hallarlo. El sentido no se inventa sino que se descubre. Es un derecho  y una obligación inalienable del hombre; tanto la necesidad de encontrar un sentido como el responder a ese llamado de la vida son la esencia misma de su humanidad.
El sentido es independiente del coeficiente intelectual, del nivel de educación, del sexo o la edad, incluso de la religión y cualquiera sea el culto que profese; (Frankl expresa que una persona religiosa puede encontrar el sentido antes o más fácilmente que una no religiosa; la religión, de todos modos, no es ninguna garantía para no sufrir neurosis y hasta psicosis). Por lo tanto el sentido no es algo sobre-humano sino profundamente humano. La percepción del sentido es inconsciente en toda su magnitud y sólo se hace conciente allí donde aparece una crisis, allí donde no hay conciencia del sentido que espera ser conocido[2].
La conciencia es la que guía a cada persona humana a descubrir el sentido único e irrepetible que está presente aunque no se manifieste al exterior en todos los casos. A su vez la búsqueda del sentido es guiado por la conciencia como órgano del sentido y se podría definir como “la capacidad de percibir totalidades llenas de sentido en situaciones concretas de la vida”. Así y todo es posible preguntarse si la conciencia no estará engañada o confundida, si realmente se estará cumpliendo con la propia misión[3]. La conciencia de los demás tiene algo que decir aunque no significa que nuestra conciencia se identifique necesariamente con la opinión de los demás. Esto significa que el sentido no lo pueden dar los padres, los docentes, el terapeuta, ellos pueden ofrecer una respuesta significativa a nuestra situación, pero solamente uno mismo tiene que descubrir la más significativa. Cada uno, por sí y en sí tiene la opción de decidir por qué, ante qué o ante quién se considera responsable; cada interesado es el único que tiene derecho de juzgar a cerca del sentido propio y esa es su tarea vital.
El sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día para otro, de una hora a otra hora. El sentido de la vida siempre está cambiando, pero nunca cesa. Lo que importa no es el sentido de la vida en general sino el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado; cada uno tiene su propia misión que cumplir, cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. El sentido es único, la vida es única, la oportunidad es única.
El sentido del que se ocupa la Logo-teoría es un sentido particular que está aquí y ahora, un deber que una persona concreta tiene que cumplir aquí y ahora; además hay un sentido general o último: el suprasentido o metasentido.
La búsqueda del sentido en la propia vida exige una actitud nueva frente a la vida, un cambio fundamental expresado en la pregunta “qué espera la vida de mí”, en vez de “qué espero yo de la vida”: es la vida la que me pregunta. Como también exige saber que el sentido incluye también el sacrificio, el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte. Para los que profesan una fe religiosa lo podrán comprender más rápidamente[4].
Y yo tengo que hacerme responsable (responder) a los problemas que la vida plantea, “hacerme cargo” de la tarea que la vida asigna de continuo a cada hombre en particular. No respondemos a la vida con palabras, sino con acciones, acciones de las que nos hacemos responsables. La responsabilidad que debe asumir el hombre ante su existir, tiene su fundamento en su propia esencia espiritual, “su” vida es única e irrepetible; esa unicidad y resolución que diferencia a cada uno de nosotros, nos confiere un significado que es creativo como el amor. Cuando comprendemos que somos irreemplazables, se pone en juego nuestra responsabilidad ante la propia vida.
Esta vida, muy real y concreta para cada individuo, va dando forma al existir de cada uno. Un mismo acontecimiento puede ser para algunos la oportunidad de accionar, para otros pensar y tomar alguna decisión, en otros puede ser la posibilidad de aprender y hacer otra cosa. Aún para un mismo individuo los distintos hechos de su vida, en sus circunstancias particulares, le exige diversas respuestas. Tal vez alguien descubra que su destino es sufrir, pues ha de aceptar ese sufrir como su única y sola tarea. Y allí está la oportunidad única e irrepetible: la actitud con que enfrenta su sufrimiento y soporta su “cruz”.
Encontrarle sentido a la vida no es un problema de tipo psicológico sino espiritual, es por eso que la vida puede tener sentido más allá de toda situación bio-psico-social. Aún en una situación sin salida, podemos dar una respuesta positiva y encontrar un sentido a través de la actitud y firmeza con que nos enfrentamos a la situación, y así el sufrimiento puede llegar a convertirse en un logro. El hombre siempre quiere manejar su vida según sea y como sea; este querer se pierde si su vida está vacía de sentido.
Frankl define como el hecho fundamental del hombre la autotrascendencia, la capacidad de ir más allá de sí mismo, hacia un sentido que debe descubrir y paulatinamente ir logrando; este deseo y necesidad le llama: voluntad de sentido. Este concepto fue confirmado empíricamente por J.C. Crumbaugh y L.T. Maholick (1963) Es una habilidad característica del hombre de percibir o encontrar sentido  no sólo a lo que es sino también a lo que puede ser[5].

Aquí la pregunta fundamental que exige una respuesta es: “¿Para qué (o para quién) vivo?”.
 
Es la respuesta al motivo, razón que me impulsa a lograr algo o para ser de una manera determinada, el sentido nos orienta y nos ubica. A decir verdad, y como ya afirmamos, no es el hombre quien pregunta a la vida sino que es la vida la que inquiere al hombre, cada situación vital es un reto para el hombre y le plantea un problema que sólo él debe resolver.
Frankl realizó en Francia, y en Viena después, una encuesta de opinión (al parecer del tipo PIL) demostrando que el 80% de la muestra encuestada reconocía que se necesita “algo” o “alguien” por qué vivir. El 61% pronunciaba que había algo o alguien en su vida que era la causa de su vida y hasta incluso de su muerte. Casi no hubo diferencias (sólo un 2%) entre las conclusiones de ambos países. De ello podemos afirmar que el problema del sentido es un hecho y no  cuestión de fe[6].
 
A. Pistas para descubrir el sentido.
¿Cómo podemos descubrir este sentido personal de la vida?
De tres modos distintos:
1.   Realizando una acción.
2.   Teniendo algún principio o valor. Sentir por algo (obra de la naturaleza o la cultura) o por alguien (el amor).
3.   Por el sufrimiento.
 
El sentido último y más alto: el amor.
La palabra amor es una expresión que puede significar muchas cosas y hasta opuestas: un juego amoroso que no se formaliza ni busca el compromiso, pulsión sexual (psicoanálisis) como una forma de dejarse llevar por lo instintivo; y también quiere significar aquella mirada que no se fija en las propiedades o particularidades de un persona sino en la persona misma como la portadora de esas cualidades, individual y una, verla y estar con ella significa amor.
Según qué entendamos por amor es correcto o incorrecto decir que el mismo es el sentido último y más alto de la vida humana. “Amar significa ver a la otra persona como la ha pensado Dios” (Dostoieski). El amor se vale de lo impulsivo, lo utiliza como medio de expresión, tal que se diría que la sexualidad del hombre se hace verdaderamente humana en cuanto procede del amor, de la vida afectiva. Qué pobre sería la vida cuyo sentido consistiera exclusivamente en casarse y tener hijos.
No obstante que cada uno tiene que buscar y encontrar el sentido de su vida, Frankl piensa que la meta última y más alta a la que puede aspirar un hombre es el amor. La realización total y completa, la tan deseada felicidad del hombre pasa por el amor. Él mismo tuvo la experiencia del amor, aún despojado de todo, contemplando a su esposa, el ser más querido: su amada. Todavía más, no supo siquiera si su amada vivía, entonces comprendió que el amor trasciende la presencia física; el encuentro se lleva acabo en el espíritu, en el mundo interior, el mundo del yo íntimo. El amor es una realidad tan intensa que es capaz de superar todos los sufrimientos, dolores, vacíos, etc. Este encuentro amoroso es inalterable[7].
El amor para Frankl es:
ó    Centro de la vida interior- mundo interior-libertad interior.
ó    Objeto de contemplación.
ó    Sostén del sufrimiento, del dolor.
ó    Permite trascender-se en busca del ser amado, aún trascendiendo su  presencia corporal. La intensificación de la vida interior permite trascender las circunstancias actuales, proporcionando un distanciamiento necesario para sobreponerse, aunque sea por unos pocos segundos.
ó    El amor constituye la única manera de aprehender a otra persona en lo más profundo de su ser. La manera de llegar a la esencia del otro ser es amándolo y en este acto de amor hace que la persona amada manifieste todas sus posibilidades y potencialidades.
ó    Espíritu de fusión total y definitivo.
ó    Significado más profundo que yace en el propio espíritu y en el yo íntimo.
ó    Es fuerte como la muerte.
ó    Nada ni nadie puede alterarlo.
ó    También el arte, el canto, la poesía, el diálogo gozoso, los chistes (el buen humor) puede utilizar el alma para sobre-vivir (vivir por encima de…) y trascender.
 
Según Frankl, existen dos causas por las cuales fracasa el amor: el desaliento y la decepción.
Llega el desaliento cuando alguien piensa que es imposible poder amar a alguien y ser feliz. Llega la decepción cuando creyendo alguien en el amor, el otro lo rechaza.
En cualquiera de los casos las personas pueden acudir a un placer puramente instintivo, en la simple satisfacción de pulsiones que reprimen el amor. Cuanto menos se cree en la posibilidad de realizar el deseo de amor, más se busca satisfacer las pulsiones, el placer; éste a su vez se convierte en medio para el “estupor” es decir, que posibilita un estado de inhibición psicomotora, generalmente acompañado de rigidez muscular. 
Lo que Frankl califica hasta de satírico y tragicómico es que la persona “adopta la postura de un héroe” cuando en realidad es una persona muy débil, que compensa su deseo de amor, incapaz de crear lazos amorosos para construir una auténtica felicidad. Ante la experiencia de vacío, el hombre frustrado intenta llenar ese espacio con placeres a la manera de adicciones.
 
2. El suprasentido.
Es el sentido que está más allá del hombre, o mejor dicho, de la humanidad. Es el sentido último que excede y sobrepasa necesariamente, la capacidad intelectual del hombre (Logos es más profundo que lógica); es lo transracional. No tiene absolutamente nada que ver con lo metafísico. Esto significa la postulación de “otra” dimensión, de un mundo más allá del mundo del hombre, un mundo en el que la pregunta por el significado último de la vida, del sufrimiento, de la muerte, de la angustia, obtiene alguna respuesta. Es la razón total y más absoluta que engloba toda la realidad del hombre y la conocida por él. Este sentido último no sólo explicaría el sufrimiento sino también, y sobre todo, el fin del mismo. En el cristianismo, así lo entendemos, el suprasentido, lo que está más allá del hombre y sin embargo tan cerca y tan cierto es “Dios”, también podemos hablar de “salvación”, “cielo”, “Reino de Dios”, “santidad”, etc.
No es científicamente aprensible, lo cual no significa que podamos afirmar que no existe. La ciencia no tiene la última palabra sobre qué es y qué no es lo real.
Este concepto está directamente relacionado con las creencias religiosas, es más, cuando dichas creencias están arraigadas  son un facilitador y un refuerzo espiritual a la hora de una intervención pedagógica y/o terapéutica. Para ello se necesita que el que interviene se ponga en lugar del intervenido y utilice sus mismas convicciones y creencias en orden a encontrar un nuevo punto de vista, es decir un nuevo sentido basado en el descubrimiento de algún valor/es.
La religión, y más concretamente la enseñanza de la religión no tiene como fin la curación psíquica o mental, sin embargo, por efecto, resulta que puede provocar una higiene mental (o no) siempre y cuando acoja al hombre ofreciéndole una contención que es estar unido a la Trascendencia, a Dios. Al mismo tiempo, desde el ámbito de la educación, el sujeto podría descubrir o re-descubrir una fe original que había sido ahogada por represión, prejuicios, decepciones, falta o mala formación, aunque esto no fuera el objetivo explícito del educador[8].
El suprasentido es la comprensión de un sentido  en una dimensión superior.
 
3. Los valores.
El hombre es un ser que valora y se espera que ha medida que vaya madurando, los valores se transformen y eleven; esto implicaría la evolución de la personalidad. Un valor es más elevado en tanto más trascienda la situación inmediata; todavía más, la satisfacción de un valor se encuentra más en buscarlo que en realizarlo.
Entendemos como valor aquello a lo que el ser humano se siente atraído, deseando realizarlo libre y responsablemente[9]. Los valores son objetivos, son una verdad susceptible de conocer y reconocer y por sí mismos se imponen al sujeto[10]. Los valores sustentan la voluntad de sentido.
 
En relación a esto, con el Logo-test (E. Lukas) se intentará conocer cuáles son los valores que orientan el sentido de las personas. Postula Guberman que la captación de los valores en un test permite conocer la cosmovisión que tiene el sujeto del mundo, ya que las elecciones que realice serán acordes a su escala de valores, y éstos responderán a la posición que tiene frente al mundo (aspecto racional), y a cómo se siente al respecto (aspecto emocional-vivencial).
El hombre sólo puede sobrevivir cuando ha encontrado el sentido de su propia vida; esto se reduce finalmente a una cuestión de valores. Para Frankl existen tres categorías de valores:
A)Valores creativos.
B)Valores vivenciales.
C)Valores de actitud (los más elevados)
 
4. La vía del sufrimiento.
En muchas ocasiones el ser humano experimenta que debe enfrentarse a situaciones que no puede cambiar, que son inevitables, es decir, que no puede manejarlas con su voluntad o deseo; son así y nada más, nada se puede hacer “desde fuera”. Esta realidad que angustia y causa sufrimiento, es la oportunidad de buscar y realizar el valor supremo, el sentido más profundo: el del sufrimiento. En medio del dolor lo único y lo más importante (lo que sí está en nuestras manos) es la actitud con que enfrentamos nuestro sufrimiento. Se alivia este desde el momento en que se le encuentra un sentido (sacrificio, ofrecimiento, penitencia, donación) esto modifica la actitud y entonces el dolor, en cierto modo, deja de ser. Es más, encontrando un sentido, el hombre está incluso dispuesto a sufrir. El amor puede redimir al dolor.
El sufrimiento es inevitable como también lo es la necesidad de encontrarle un sentido para que no se produzca el desajuste. El sentido es incondicional, tenemos que aprender que incluso en las peores situaciones de padecimiento, el sentido comprende incluso el posible sufrimiento.

B. Consecuencias de haber encontrado el sentido de la  propia vida.
Los beneficios derivados de una existencia significativa, se encuentran la paz espiritual, la estabilidad mental y la capacidad de desarrollar un proyecto de vida autotrascendente, la felicidad. Frankl sostiene que estos beneficios podrán alcanzarse mientras el individuo no se proponga concientemente la búsqueda y su consecución y sólo podrá disfrutarlos como los resultados indirectos de su búsqueda de sentido.
Estar en vías de llevar a cabo nuestro proyecto de vida (como sentido) nos abre la puerta al desarrollo de la madurez humana en una constante elevación y no simplemente lograr una estabilidad emocional, que aunque importante y necesario, queda a mitad de camino.
Un logro fundamental es la capacidad de autodeterminación o automanejo.
Si “el hombre en busca de sentido” halla, es feliz; y también es capaz de enfrentar el sufrimiento con un sentido. El sufrimiento no lleva necesariamente a la desesperación, sí el sufrimiento sin sentido. Esta es una de las conclusiones a las que llegó E. Lukas en un estudio que tomó como muestra a 1.340 individuos. La frustración de la voluntad de sentido (frustración existencial) es un indicador de anormalidad psíquica, o lo que es igual, la existencia de un sentido es un termómetro fiable de la normalidad.
 




Dónde se encuentre y qué es el sentido, lo tiene que averiguar cada uno en base a su responsabilidad personal. Lo que sí se puede asegurar es donde no está el sentido de la existencia. Lo que hoy se llama “auto-realización” o “auto-plenificación” solo puede lograrse como efecto y no por intención directa, es decir como fin. Solamente en la medida en que nos damos, en que nos entregamos a la tarea que nace de las exigencias de la realidad e impactan en nuestra vida; en la medida que nos “llegue”, que nos importe lo que pasa allá fuera, más allá de nosotros mismos; en la medida en que nos consagramos a  una tarea, a un trabajo, a una misión, estamos realizando un valor, un sentido… y sólo así nos consumamos a nosotros mismos.



[1] “Logos”del gr. “sentido”, “significado”, “propósito” y “espíritu”. La Logoterapia se centra en el significado de la existencia humana y en la búsqueda de dicho sentido, partiendo del principio que el hombre posee un fuerza motivante que constituye su esencia y esa fuerza es la voluntad de sentido: la lucha por encontrar un sentido a la propia vida.
[2] FRANKL, V., (2000), pag. 44.
[3] FRANKL, V., (1991), pag. 31.
[4] FRANKL, V. (1999) pag. 121.
[5] FRANKL, V. (1991) pag. 22
[6] FRANKL, V. (1999) pags. 139-140.
[7] Idem, pags. 63-65. Cf. 86.
[8] Cf. FRANKL, Segunda conferencia.
[9] GUBERMAN, M. (1998)
[10] FRANKL, Segunda conferencia.


Frustración del sentido: El vacío existencial.


¿Qué esperamos de la vida?

La respuesta es silencio.

¿Qué espera la vida de nosotros?

La respuesta está

en nuestra lengua y en nuestra mano.

E. Lukas.

 

El ritmo acelerado de la vida personal, social y cultural de hoy es, muchas veces, un intento hueco e inútil de aliviar una frustración existencial. Cuanto desconoce un hombre una meta para su vida, más se apura hacia cualquier lado, no importa el dónde, importa que sea rápido.

Cuando la persona no busca o no encuentra el sentido, ese “principio de coherencia”, se genera una vivencia de insatisfacción que no es satisfecha con nada más que un valor; a la insatisfacción se le suma la desintegración (falta el principio unificador del sentido). Esta realidad trastorna la existencia global del individuo y llega como consecuencia la desesperanza, la enfermedad, la neurosis.

Normalmente la frustración existencial no es visible, sino latente. El vacio existencial puede permanecer sin manifestaciones “aparatosas”, como enmascarado (ya veremos más abajo las diversas “máscaras” que pueden asumir personas frustradas existencialmente). Por ejemplo, entre las más comunes pueden ser: un ciego afán de trabajo, una actividad sin medida, la enfermedad del trabajo o del “manager”: demasiadas ocupaciones, demasiado poco tiempo, “enmascarando” un vacío interior, un deseo o voluntad de poder (dinero), desplazando una voluntad más profunda: la voluntad de sentido. Es una huída centrífuga “camuflada”

 

A. Las causas del vacío existencial.

La voluntad de sentido puede frustrarse, en esos casos la escuela de Frankl le llama frustración existencial[1]

Parece estar comprobándose que el vacío existencial se extiende cada vez más, no sólo en Europa y América, también en África, especialmente en la población estudiantil universitaria. Es la neurosis masiva de nuestro tiempo y se manifiesta como una forma privada y personal de nihilismo, es decir, asegurando la insignificancia del ser. Nuestra cultura está siendo invadida e influenciada masivamente con una filosofía nihilista; es necesario poder vencer estas ideas tan contrarias a los valores y al sentido.

En una sociedad hedonista como la nuestra el mensaje constante es trabajar exclusivamente para mejorar la situación económica, lograr bienestar, satisfacer todas las necesidades (reales y ficticias). Sin embargo hay una necesidad (bien real, la más real) que queda olvidada, diríamos, intencionalmente, en muchos casos por ignorancia, la principal necesidad humana: la del sentido. Frankl asegura que la gente no es feliz en este tipo de sociedades, además esta situación sería el trasfondo sociológico del vacío existencial; “el relativo bienestar material está acompañado de un empobrecimiento existencial”[2]

 

Hasta el psicoanálisis admite la falta de un “contenido de vida” en sus pacientes. El mismo Frankl diferencia entre sentido y sensación de sentido. El consumo de una droga, por ejemplo, otorga sensación de sentido a aquellos que están experimentando un vacío de sentido, entonces muchos se conforman con esto, lo cual trae graves consecuencias[3] como ser vivir siempre o cada vez más al margen de la verdadera realidad.

Viktor Frankl sintetiza las causas de este mal actual en dos principios:

ó Pérdida del instinto (contrariamente a los animales, al hombre no le dictan los instintos lo que tiene que hacer).

ó Pérdida de la tradición (al hombre de hoy ya no le dice la tradición lo que debe hacer); es más, parece que el hombre de hoy muchas veces “no sabe lo que realmente quiere”. Únicamente busca o quiere lo que los demás hacen (conformismo) o hace sólo lo que los demás quieren (totalitarismo) La pérdida de tradiciones (familiares, culturales, religiosas), el colapso axiológico y la confusión reinante mantienen al hombre cautivo de un mensaje contradictorio y deshumanizante. La actitud de no creer en nada y en nadie, cuando nada tiene valor o todo da lo mismo se llega a la desconfianza en la existencia y a un vacío. Los signos son una vida “ligh”, superficial, descomprometida y sin responsabilidades, nada de esfuerzos, nada de sacrificios.

La pérdida de las tradiciones ataca directamente a los valores y su validez para todos, no al sentido que es único e inigualable, los valores no pertenecen a situaciones únicas e inigualables. La vida puede permanecer plena de sentido aún con la desaparición de las tradiciones.

En Canadá,  en la década del ´80, se hizo un estudio entre los indios adolescentes norteamericanos con tendencia al suicidio, el mismo arrojó que la mencionada tendencia se basaba en la estructura desintegrada de la mayor parte de las culturas autóctonas tradicionales; para un número creciente de jóvenes entre trece y diecinueve años, el suicidio era la única acción que se les presentaba dotada de sentido en una vida que había perdido significado[4].

En cualquier caso el hombre se convierte en víctima de las situaciones. La vida cotidiana se convierte en muchos casos en una mera supervivencia, un “mantenerse a flote” y correr… sin saber  hacia dónde. El apuro se ha institucionalizado, todo tiene que ser rápido, no hay tiempo que perder!.

ó Junto con el conformismo y el totalitarismo como consecuencias del vacío existencial, se le suman las neurosis no sólo psicógenas sino noogenas[5]: considerada como una pobreza espiritual, cuando la sensación de falta de sentido se apodera por completo de la vida de una persona; un nuevo síndrome que desborda la psiquiatría tradicional ya sea en su diagnóstico como en su tratamiento. Este cuadro es difícil de diagnosticar pero cada vez aparece más frecuentemente; aunque sea difícil, es posible hacerlo con el PIL-Test (Purpose In Life) construido por Crumbaugh J. C. director de investigaciones de un laboratorio psicológico en Mississippi, quien pudo verificarlo y validarlo en base a una muestra de 1.151 sujetos. Es uno de los test más aplicado desde 1964. Los resultados que se consiguieron con este test, fueron corroborados más tarde por E. Lukas en 1971.

De por sí el sentimiento de falta de sentido no se constituye en una neurosis, al menos como se la definía habitualmente. Podría conceptualizarse como una neurosis sociógena, es decir, producida por las condiciones actuales de la sociedad: industrializada y consumista, que busca satisfacer, cuando no creando, todas las necesidades del hombre, excepto la más radical y profunda: la de sentido.

El mismo Frankl comprobó entre los estudiantes universitarios de Alemania, Suiza y Austria que un 25% había experimentado el sentimiento de falta de sentido; sorprendentemente el estudio entre universitarios norteamericanos arrojó una cifra del 60%. Esta diferencia tan importante se adjudica a la siguiente causa:

ó El “reduccionismo” sobre todo en los países anglosajones pero no solamente. Los reduccionismos toman diversas formas, la más conocida es la que se expresa con las palabras: “nada más que..”; por ejemplo:

·        “La vida es nada más que un proceso de combustión y oxidación”.

·        “Los valores son nada más que mecanismos de defensa y formas de reacción”. O “inhibiciones homeostáticas en un proceso de estímulo-respuesta”.

·        “El amor a los padres es nada más que narcisismo”

·        “La amistad es nada más que una sublimación de tendencias homosexuales”

·        “El hombre es nada más que un mecanismo semejante a una computadora”.

Y muchos otros ejemplos en donde el problema resulta ser el “nada más que…” ya que cualquier realidad es mucho más que eso y sobre todo el hombre. El reduccionismo en la medida que es unidireccional y pierde la visión de conjunto está privado en sí mismo de un sentido ya que este último supera y está más allá de los elementos que componen la realidad de la que se está hablando, en este caso, el ser humano. Por otro lado, estos conceptos pueden debilitar la búsqueda del sentido y los valores. Este “adoctrinamiento” es de gran influencia entre los jóvenes.

ó El sufrimiento físico: En enfermedades graves irreversibles, en accidentes con graves deterioros o convalecencias largas, la persona se pregunta angustiada ¿por qué me tuvo que pasar a mí?. Por qué o para qué tanto dolor?. U otros cuestionamientos similares. El dolor lleva a cuestionarse el sentido.

ó Proyectos frustrados. Cuando una persona persigue inflexiblemente y hasta caprichosamente un ideal y no lo consigue (por cualquier causa) lo lleva a una frustración o depresión.

ó La culpa. La impotencia frente a los deseos de la voluntad: querer hacer algo y no poder. Esta experiencia se presenta como complejo de inferioridad, conflicto de conciencia y culpa. En muchos casos esta culpa puede servir de impulso y motivo para cambiar conductas cuando se presenta como responsabilidad.

 

B. Consecuencias de la frustración existencial:

Las compensaciones más comunes: la búsqueda de placer y de poder.

 

El vacío existencial se manifiesta enmascarado  y disfrazado de muchas maneras. Sobre todo se manifiesta en un estado de tedio, aburrimiento o hastío. Es observable cada vez con mayor frecuencia una especie de depresión que manifiestan sobre todo personas jóvenes cuando se encuentran “sin nada que hacer”, en un día Domingo, en vacaciones, en ratos libres, jubilados, etc. La persona se hace consciente de la falta de contenido en su vida cuando ya ha dejado la rutina que lo mantenía ocupado, advirtiendo un vacío interior. Para Frankl, dicho vacío es la causa que subyace en muchos casos de alcoholismo y delincuencia juvenil.

¿Qué busca el ser humano? Creemos que busca fundamentalmente ser feliz. Viktor Frankl piensa que lo que realmente busca es un motivo para ser feliz[6]. El encuentro y la realización de ese sentido son el fundamento de la felicidad.

Freud decía que el hombre es deseo de placer; Adler, que es deseo de poder; Frankl, el hombre es deseo de sentido. Este último considera que el placer, como dijimos es efecto secundario y no necesariamente presente del encuentro y realización del sentido; el “poder” de  Adler es un medio para conseguir lo que se busca y no el fin.

La felicidad tanto como el placer serían una consecuencia, un efecto del hecho de haber encontrado el motivo, por lo tanto una búsqueda ciega de la felicidad  como del placer nos llevaría a un desvío enfermizo, a la neurosis[7] y a la pérdida del fundamento, entonces la felicidad y el placer se pierden. Es más, la tendencia hacia el placer y el poder marcarían una frustración del deseo de encontrar un sentido, es ya una motivación neurótica. Las observaciones de Freud y Adler fueron hechas en personas neuróticas que habían desviado su atención convirtiéndose así en conductas patológicas. Precisamente aparecen la voluntad de placer y de poder cuando se frustra la voluntad de sentido. Buscando la compensación necesaria, muchos se inclinan al placer, y la  frustración existencial se manifiesta en forma de compensación sexual;  o al poder (prestigio) y su expresión más primitiva es la voluntad de tener dinero.