Lic. Ruben H. GUMILLA
Introducción
Una
realidad incuestionable, es que no podemos alterar nuestro pasado. Somos los
escritores de nuestra vida: lo que está escrito es página que no puede ser arrancada.
Cada día, cada minuto, cada línea de nuestra vida es escrita por nosotros hasta
el momento en que Dios retira de nuestra mano la pluma y después del último
garabato él mismo escribe la palabra “fin”. Está en el presente nuestra
posibilidad de escoger dentro de un sin número de opciones y modificar la
“obra” desde ahora en adelante; el ayer no cambia, pero el hoy y el mañana
pueden escribirse con “letras nuevas”. Aún cuando nuestra “obra
literaria” haya sido un intento frustrado, podemos transformarla en un “best-seller”,
aunque sea sólo al final.
Viktor
Frankl, Psiquiatra y Doctor en
Filosofía, no dijo jamás qué o cuál era el sentido de la vida, pero sí
dijo que la vida tiene sentido y que ese sentido que busca cada uno está más
allá de toda situación y circunstancia que nos presente la misma vida (lo sabe
por experiencia), confiando siempre en las misteriosas capacidades humanas de
transformar cualquier sufrimiento en algo positivo, en un aprendizaje.
Él mismo pudo dar testimonio de lo que es capaz el hombre, incluso en las
peores condiciones de vida, cuando ha encontrado el sentido de su vida.
Hoy vivimos
en una época en la cual gran número de personas sufren “frustración
existencial”, tienen la pluma en la mano y no saben para qué, otros se olvidaron
de escribir, otros, todavía, no saben que tienen la pluma en su poder…,
sobre todo los jóvenes que experimentan su deseo de sentido malogrado, y esta privación se manifiesta en el
aburrimiento, la carencia de objetivos y de propósitos; a pesar de tener, gozar
y poder tantas cosas. Habitualmente los jóvenes dicen que no tienen futuro o
que no saben si algún día se desempeñarán en lo que hoy estudian con más o
menos esfuerzo,… o, en el peor de los
casos, no tienen ninguna respuesta al momento de pensar en el futuro, no
quieren darla, tienen miedo, y hasta les provoca una gran angustia pensar en el
mañana. A esta “falta” o “ausencia” de
una respuesta, de un contenido vital Víktor Frankl le llama “vacío interior”
o “vacío existencial”, también “represión del futuro” y lo define
como la enfermedad de hoy[1],
que traspasa cualquier barrera: social, económica, geográfica, etc.
Dos
trabajos realizados por investigadores norteamericanos dieron a conocer que la
sensación abismal de falta de sentido en el Tercer Mundo se da especialmente en
la juventud académica[2], por la alineación que
produce una educación básicamente tecnológica y científica. El aspecto
sectorial del saber, como es una parte de la verdad (pero considerada
total), produce una fragmentación en la unidad del hombre contemporáneo. La
falta de una formación humanística lleva aparejado la falta de propósitos,
objetivos, valores, y en general de una visión más amplia, que la ciencia y la
técnica no pueden proveer.
La
educación integral se convierte en una tarea privilegiada y fundamental para la
búsqueda de sentido en los jóvenes y prevenir así el vacío existencial. Una
renovada y creativa pedagogía, como ciencia y arte podría ser una útil
herramienta para buscar nuevos caminos para la re-humanización y personalización
del sujeto.
Queremos
contribuir, llevando la obra re-humanizadora de Frankl al ámbito de la
educación, con una serie de elementos curriculares para el trabajo de algunos
temas humanísticos-cristianos destinados a jóvenes y no tan jóvenes.
Comenzamos exponiendo dos
elementos fundantes de la teoría del “sentido”: por una parte su concepción
antropológica sintetizada en cuatro puntos clave y, por otra, nos ha
parecido importante dar algunas pinceladas acerca de los principios de la
psicoterapia existencial o “análisis existencial” como lo llamaba el
mismo Frankl. Ambos elementos están en la base de su pensamiento y son el
sustento de su obra.
En el centro del marco
conceptual se encuentra la teoría del “sentido de la vida”, novedad que
encarna la llamada “Tercera Escuela vienesa de Psicoterapia”. La logo-teoría
encierra una interpretación del hombre como aquel que es en sí mismo búsqueda
de sentido, el ser que necesita buscar algo-alguien que no es él mismo: un
valor, un sentido, una dirección, un fin, otra persona, etc. La esencia del
hombre es algo que está más allá de sí, es algo trascendente. Para Frankl, la búsqueda de sentido es la
exacta y precisa definición de la naturaleza humana.
A Continuación desarrollamos
lo que se ha dado en llamar la “frustración” de ese sentido de la vida
propia, es decir, el hecho concreto de no buscar, o de buscar y no encontrar un
sentido en la vida, situación esta que está hoy muy extendida, sobre todo entre
los jóvenes, motivo por el cual nos llevó a investigar este tema.
Para terminar con el marco
teórico exponemos nuestra concepción de educación y su relación con la
logo-teoría. Es notable la similitud de roles entre educación y terapia, en
ello hacemos hincapié, sin desconocer las diferencias que también son
importantes. Ambas tareas se relacionan a partir del servicio a “otro”
partiendo de ese otro para su propio desarrollo y perfeccionamiento humano.
En la tarea de “sacar” del
otro lo mejor de sí a través de un proceso de auto-conocimiento, proponemos el
ejemplo del método socrático, especialmente la etapa de la mayéutica.
Una antropología del sentido
“¿Qué es en realidad el
hombre?.
Es el ser que siempre decide
lo que es.
Es el ser que ha inventado
las cámaras de gas,
pero así mismo es el ser que
ha entrado en ellas
con paso firme musitando una
oración.”
(FRANKL, V. (1999) pag. 126)
Una pregunta válida sería
¿cuál es el “centro” que constituye al hombre como tal? Para poder distinguir
esta realidad específicamente humana de todo condicionamiento hereditario,
instintivo y socio-cultural. Creemos que ese núcleo es la dimensión espiritual.
Proponemos la inclusión de “lo espiritual” en el terreno de lo
pedagógico-educativo (currículum nulo) como la posibilidad de educar
integralmente y desde lo más hondo al ser humano. Esta pretensión no es
caprichosa, sino que surge de los mismos alumnos cuando plantean sus
necesidades y cuestionamientos tanto en las aulas como en otros ámbitos, no
tanto delante de toda la clase sino, y sobre todo, en forma personal y privada.
De fondo está el problema de todos los hombres de todos los tiempos; “el
problema” del hombre: resolver la propia existencia.
La cuestión del “sentido de
la propia vida” está más allá de la ciencia empírica, se relaciona con la totalidad
del hombre como ser espiritual-personal. Toda nuestra concepción
psicológica-pedagógica responde a este horizonte para que el hombre alcance lo
que está llamado a ser.
Para poder alcanzar la
verdadera esencia del hombre es preciso advertir tendencias reduccionistas
tales como fisiologismo, psicologismo y sociologismo.
En la visión freudiana (a
Frankl le gusta comparar sus ideas con las otras escuelas de psicoterapia:
Freud, Adler y Jung) el hombre tiene
como objetivo en su vida liquidar y someter las magnitudes de estímulos o de
excitaciones, que, procedentes de dentro o de fuera, llegan hasta él, a cuyo
intento sirve el aparato psíquico. En Freud está muy presente el principio de homeostasis[1]
en el hombre, su función es siempre el restablecimiento de un equilibrio
perdido; que a decir verdad, ni siquiera es un principio válido en el ámbito de
lo puramente biológico ya que el hombre es más que biología (psiquis y
espíritu); no sólo se “acomoda” también produce, crea, transforma, dice Frankl.
Para Alfred Adler un
concepto clave es el de inferioridad del órgano. En cuanto fenómeno
somático, lleva como reacción psíquica al “sentimiento de inferioridad”, no
sólo ante la inferioridad orgánica, sino también ante la constitución
enfermiza, la debilidad y la fealdad. Este sentimiento busca la compensación ya
sea en el ámbito social “sentimiento de sociabilidad” hasta la “sobre-compensación”
llegando así a la esencia de la neurosis. Ahora es lo social lo que determina
la actitud y conducta del hombre, el medio ambiente, el entorno y la educación.
En cualquiera de estos u
otros casos de “reduccionismo” no se alcanza la unidad del hombre dada por el
alma como forma sustancial espiritual. No hay necesidad de buscar y encontrar
todas las perturbaciones solamente en el aparato psíquico como la realidad
última y más profunda.
1-
El hombre es un ser
espiritual-personal.
2-
Capaz de autodeterminarse.
3-
Que se orienta primariamente hacia
el significado y los valores.
4-
La autotrascendencia pertenece de
manera esencial al ser del hombre.
A. El
hombre es un ser espiritual-personal.
Contraria a tendencias
unidimensionales, absolutistas y por lo tanto sub-humanas, postulamos una
pluralidad de dimensiones, una multiplicidad. El punto desde el cual parte esta
ontología humana es: el hombre es una esencia espiritual; además de afirmar la
dimensión bio-psíquica y sin confundir, mezclar o reducir una dimensión a la
otra. La tarea, nada fácil, es mantener la unidad antropológica junto con la
multiplicidad dimensional propia del ser humano.
Cuando se reduce lo
espiritual a lo psíquico se corre el riesgo de rechazar la intención u
objeto hacia el que se dirige un acto. Las intenciones se dirigen a los valores;
una ciencia que descarta la intencionalidad libre del hombre, desprecia los
valores y es ciego a lo espiritual (¿Freud?[3]).
Cuando una persona actúa enajenada, es decir, cuando le “deja” el mando a los
instintos, por ejemplo, ese acto queda vaciado de intencionalidad, sin
referencia a un valor originario, entonces se busca el placer como algo
residual.
Frankl concibe al hombre
como una “estructura concéntrica, donde la dimensión somática, la psíquica y la
noética resultan ontológicamente diversas, pero antropológicamente inseparables
en cuanto a la dimensión superior (la noética) unifica y reagrupa alrededor de
su propio núcleo, la globalidad del ser del hombre”[4].
La existencia humana es una unitas multiplex.
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Aquí la pregunta fundamental que exige una respuesta es: “¿Para qué (o para quién) vivo?”.
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Es la respuesta al motivo,
razón que me impulsa a lograr algo o para ser de una manera determinada, el
sentido nos orienta y nos ubica. A decir verdad, y como ya afirmamos, no es
el hombre quien pregunta a la vida sino que es la vida la que inquiere al
hombre, cada situación vital es un reto para el hombre y le plantea un problema
que sólo él debe resolver.
Frankl realizó en Francia, y
en Viena después, una encuesta de opinión (al parecer del tipo PIL) demostrando
que el 80% de la muestra encuestada reconocía que se necesita “algo” o
“alguien” por qué vivir. El 61% pronunciaba que había algo o alguien en su vida
que era la causa de su vida y hasta incluso de su muerte. Casi no hubo
diferencias (sólo un 2%) entre las conclusiones de ambos países. De ello
podemos afirmar que el problema del sentido es un hecho y no cuestión de fe[6].
A. Pistas para descubrir el
sentido.
¿Cómo
podemos descubrir este sentido personal de la vida?
De tres modos distintos:
1.
Realizando una acción.
2.
Teniendo algún principio o valor.
Sentir por algo (obra de la naturaleza o la cultura) o por alguien (el amor).
3. Por el
sufrimiento.
El sentido
último y más alto: el amor.
La palabra amor es una
expresión que puede significar muchas cosas y hasta opuestas: un juego amoroso
que no se formaliza ni busca el compromiso, pulsión sexual (psicoanálisis) como
una forma de dejarse llevar por lo instintivo; y también quiere significar aquella
mirada que no se fija en las propiedades o particularidades de un persona sino
en la persona misma como la portadora de esas cualidades, individual y una,
verla y estar con ella significa amor.
Según qué entendamos por
amor es correcto o incorrecto decir que el mismo es el sentido último y más
alto de la vida humana. “Amar significa ver a la otra persona como la ha
pensado Dios” (Dostoieski). El amor se vale de lo impulsivo, lo utiliza como
medio de expresión, tal que se diría que la sexualidad del hombre se hace
verdaderamente humana en cuanto procede del amor, de la vida afectiva. Qué
pobre sería la vida cuyo sentido consistiera exclusivamente en casarse y tener
hijos.
No obstante que cada uno
tiene que buscar y encontrar el sentido de su vida, Frankl piensa que la meta última y más alta a la que
puede aspirar un hombre es el amor. La realización total y
completa, la tan deseada felicidad del hombre pasa por el amor. Él mismo tuvo
la experiencia del amor, aún despojado de todo, contemplando a su esposa, el
ser más querido: su amada. Todavía más, no supo siquiera si su amada vivía,
entonces comprendió que el amor trasciende la presencia física; el encuentro se
lleva acabo en el espíritu, en el mundo interior, el mundo del yo íntimo. El
amor es una realidad tan intensa que es capaz de superar todos los
sufrimientos, dolores, vacíos, etc. Este encuentro amoroso es inalterable[7].
El amor para Frankl es:
ó
Centro de la vida interior- mundo interior-libertad
interior.
ó
Objeto de contemplación.
ó
Sostén del sufrimiento, del dolor.
ó
Permite trascender-se en busca del ser amado, aún
trascendiendo su presencia corporal. La
intensificación de la vida interior permite trascender las circunstancias
actuales, proporcionando un distanciamiento necesario para sobreponerse, aunque
sea por unos pocos segundos.
ó
El amor constituye la única manera de aprehender
a otra persona en lo más profundo de su ser. La manera de llegar a la esencia
del otro ser es amándolo y en este acto de amor hace que la persona amada
manifieste todas sus posibilidades y potencialidades.
ó
Espíritu de fusión total y definitivo.
ó
Significado más profundo que yace en el propio
espíritu y en el yo íntimo.
ó
Es fuerte como la muerte.
ó
Nada ni nadie puede alterarlo.
ó
También el arte, el canto, la poesía, el diálogo gozoso,
los chistes (el buen humor) puede utilizar el alma para sobre-vivir (vivir por
encima de…) y trascender.
Según Frankl, existen dos
causas por las cuales fracasa el amor: el desaliento y la decepción.
Llega el desaliento cuando
alguien piensa que es imposible poder amar a alguien y ser feliz. Llega la
decepción cuando creyendo alguien en el amor, el otro lo rechaza.
En cualquiera de los casos
las personas pueden acudir a un placer puramente instintivo, en la simple
satisfacción de pulsiones que reprimen el amor. Cuanto menos se cree en la
posibilidad de realizar el deseo de amor, más se busca satisfacer las
pulsiones, el placer; éste a su vez se convierte en medio para el “estupor” es
decir, que posibilita un estado de inhibición psicomotora, generalmente
acompañado de rigidez muscular.
Lo que Frankl califica hasta
de satírico y tragicómico es que la persona “adopta la postura de un héroe”
cuando en realidad es una persona muy débil, que compensa su deseo de amor,
incapaz de crear lazos amorosos para construir una auténtica felicidad. Ante la
experiencia de vacío, el hombre frustrado intenta llenar ese espacio con
placeres a la manera de adicciones.
2. El
suprasentido.
Es el sentido que está más allá del hombre, o mejor dicho, de
la humanidad. Es el sentido último que excede y sobrepasa necesariamente, la
capacidad intelectual del hombre (Logos
es más profundo que lógica); es lo transracional. No tiene absolutamente nada
que ver con lo metafísico. Esto significa la postulación de “otra” dimensión,
de un mundo más allá del mundo del hombre, un mundo en el que la pregunta por
el significado último de la vida, del sufrimiento, de la muerte, de la
angustia, obtiene alguna respuesta. Es la razón total y más absoluta que
engloba toda la realidad del hombre y la conocida por él. Este sentido último
no sólo explicaría el sufrimiento sino también, y sobre todo, el fin del mismo.
En el cristianismo, así lo entendemos, el suprasentido, lo que está más allá
del hombre y sin embargo tan cerca y tan cierto es “Dios”, también
podemos hablar de “salvación”, “cielo”, “Reino de Dios”, “santidad”, etc.
No es científicamente
aprensible, lo cual no significa que podamos afirmar que no existe. La ciencia
no tiene la última palabra sobre qué es y qué no es lo real.
Este concepto está
directamente relacionado con las creencias religiosas, es más, cuando dichas
creencias están arraigadas son un
facilitador y un refuerzo espiritual a la hora de una intervención pedagógica
y/o terapéutica. Para ello se necesita que el que interviene se ponga en lugar
del intervenido y utilice sus mismas convicciones y creencias en orden a
encontrar un nuevo punto de vista, es decir un nuevo sentido basado en el
descubrimiento de algún valor/es.
La religión, y más
concretamente la enseñanza de la religión no tiene como fin la curación
psíquica o mental, sin embargo, por efecto, resulta que puede provocar una
higiene mental (o no) siempre y cuando acoja al hombre ofreciéndole una
contención que es estar unido a la Trascendencia , a Dios. Al mismo tiempo, desde el
ámbito de la educación, el sujeto podría descubrir o re-descubrir una fe
original que había sido ahogada por represión, prejuicios, decepciones, falta o
mala formación, aunque esto no fuera el objetivo explícito del educador[8].
El suprasentido es la
comprensión de un sentido en una
dimensión superior.
3. Los
valores.
El hombre es un ser que
valora y se espera que ha medida que vaya madurando, los valores se transformen
y eleven; esto implicaría la evolución de la personalidad. Un valor es más elevado
en tanto más trascienda la situación inmediata; todavía más, la satisfacción de
un valor se encuentra más en buscarlo que en realizarlo.
Entendemos como valor
aquello a lo que el ser humano se siente atraído, deseando realizarlo libre y
responsablemente[9].
Los valores son objetivos, son una verdad susceptible de conocer y reconocer y
por sí mismos se imponen al sujeto[10].
Los valores sustentan la voluntad de sentido.
En relación a esto, con el
Logo-test (E. Lukas) se intentará conocer cuáles son los valores que orientan
el sentido de las personas. Postula Guberman que la captación de los valores en
un test permite conocer la cosmovisión que tiene el sujeto del mundo, ya que
las elecciones que realice serán acordes a su escala de valores, y éstos responderán
a la posición que tiene frente al mundo (aspecto racional), y a cómo se siente
al respecto (aspecto emocional-vivencial).
El hombre sólo puede
sobrevivir cuando ha encontrado el sentido de su propia vida; esto se reduce
finalmente a una cuestión de valores. Para Frankl existen tres categorías de
valores:
A)Valores
creativos.
B)Valores
vivenciales.
C)Valores
de actitud (los más elevados)
4. La vía
del sufrimiento.
En muchas ocasiones el ser
humano experimenta que debe enfrentarse a situaciones que no puede cambiar, que
son inevitables, es decir, que no puede manejarlas con su voluntad o deseo; son
así y nada más, nada se puede hacer “desde fuera”. Esta realidad que angustia y
causa sufrimiento, es la oportunidad de buscar y realizar el valor supremo, el
sentido más profundo: el del sufrimiento. En medio del dolor lo único y lo más
importante (lo que sí está en nuestras manos) es la actitud con que enfrentamos nuestro sufrimiento. Se alivia este
desde el momento en que se le encuentra un sentido (sacrificio, ofrecimiento,
penitencia, donación) esto modifica la actitud y entonces el dolor, en cierto
modo, deja de ser. Es más, encontrando un sentido, el hombre está incluso
dispuesto a sufrir. El amor puede redimir al dolor.
El sufrimiento es inevitable
como también lo es la necesidad de encontrarle un sentido para que no se
produzca el desajuste. El sentido es incondicional, tenemos que aprender que
incluso en las peores situaciones de padecimiento, el sentido comprende incluso
el posible sufrimiento.
B. Consecuencias de haber
encontrado el sentido de la propia vida.
Los beneficios derivados de
una existencia significativa, se encuentran la paz espiritual, la
estabilidad mental y la capacidad de desarrollar un proyecto de vida
autotrascendente, la felicidad. Frankl sostiene que estos beneficios podrán
alcanzarse mientras el individuo no se proponga concientemente la búsqueda y su
consecución y sólo podrá disfrutarlos como los resultados indirectos de su
búsqueda de sentido.
Estar en vías de llevar a
cabo nuestro proyecto de vida (como sentido) nos abre la puerta al desarrollo
de la madurez humana en una constante elevación y no simplemente lograr
una estabilidad emocional, que aunque importante y necesario, queda a mitad de
camino.
Un logro fundamental es la
capacidad de autodeterminación o automanejo.
Si “el hombre en busca de
sentido” halla, es feliz; y también
es capaz de enfrentar el sufrimiento con un sentido.
El sufrimiento no lleva necesariamente a la desesperación, sí el sufrimiento
sin sentido. Esta es una de las conclusiones a las que llegó E. Lukas en un
estudio que tomó como muestra a 1.340 individuos. La frustración de la voluntad
de sentido (frustración existencial) es un indicador de anormalidad psíquica, o
lo que es igual, la existencia de un sentido es un termómetro fiable de la
normalidad.
Dónde se encuentre y qué es
el sentido, lo tiene que averiguar cada uno en base a su responsabilidad
personal. Lo que sí se puede asegurar es donde no está el sentido de la existencia. Lo que hoy se llama “auto-realización”
o “auto-plenificación” solo puede lograrse como efecto y no por intención directa, es decir como fin. Solamente
en la medida en que nos damos, en que nos entregamos a la tarea que nace de
las exigencias de la realidad e impactan en nuestra vida; en la medida que
nos “llegue”, que nos importe lo que pasa allá fuera, más allá de nosotros
mismos; en la medida en que nos consagramos a una tarea, a un trabajo, a una misión,
estamos realizando un valor, un sentido… y sólo así nos consumamos a nosotros
mismos.
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[1]
“Logos”del gr. “sentido”, “significado”,
“propósito” y “espíritu”. La
Logoterapia se centra en el significado de la existencia
humana y en la búsqueda de dicho sentido, partiendo del principio que el hombre
posee un fuerza motivante que constituye su esencia y esa fuerza es la voluntad
de sentido: la lucha por encontrar un sentido a la propia vida.
[2] FRANKL, V., (2000), pag. 44.
[3] FRANKL, V., (1991), pag. 31.
[4] FRANKL, V. (1999) pag. 121.
[5] FRANKL, V. (1991) pag. 22
[6] FRANKL, V. (1999) pags. 139-140.
[7] Idem, pags. 63-65. Cf. 86.
[8] Cf.
FRANKL, Segunda conferencia.
[9] GUBERMAN, M. (1998)
[10]
FRANKL, Segunda conferencia.
Frustración del sentido: El vacío existencial.
¿Qué esperamos de la vida?
La respuesta es silencio.
¿Qué espera la vida de
nosotros?
La respuesta está
en nuestra lengua y en
nuestra mano.
E. Lukas.
El ritmo acelerado de la
vida personal, social y cultural de hoy es, muchas veces, un intento hueco e
inútil de aliviar una frustración existencial. Cuanto desconoce un hombre
una meta para su vida, más se apura hacia cualquier lado, no importa el
dónde, importa que sea rápido.
Cuando la persona no busca o
no encuentra el sentido, ese “principio de coherencia”, se genera una vivencia
de insatisfacción que no es satisfecha con nada más que un valor; a la
insatisfacción se le suma la desintegración (falta el principio unificador del
sentido). Esta realidad trastorna la existencia global del individuo y llega
como consecuencia la desesperanza, la enfermedad, la neurosis.
Normalmente la frustración
existencial no es visible, sino latente. El vacio existencial puede permanecer
sin manifestaciones “aparatosas”, como enmascarado (ya veremos más abajo las
diversas “máscaras” que pueden asumir personas frustradas existencialmente).
Por ejemplo, entre las más comunes pueden ser: un ciego afán de trabajo, una
actividad sin medida, la enfermedad del trabajo o del “manager”: demasiadas
ocupaciones, demasiado poco tiempo, “enmascarando” un vacío interior, un deseo
o voluntad de poder (dinero), desplazando una voluntad más profunda: la
voluntad de sentido. Es una huída centrífuga “camuflada”
A. Las
causas del vacío existencial.
La voluntad de sentido puede
frustrarse, en esos casos la escuela de Frankl le llama frustración
existencial[1]
Parece estar comprobándose
que el vacío existencial se extiende cada vez más, no sólo en Europa y América,
también en África, especialmente en la población estudiantil universitaria. Es
la neurosis masiva de nuestro tiempo y se manifiesta como una forma privada y
personal de nihilismo, es decir, asegurando la insignificancia del ser. Nuestra
cultura está siendo invadida e influenciada masivamente con una filosofía
nihilista; es necesario poder vencer estas ideas tan contrarias a los valores y
al sentido.
En una sociedad hedonista
como la nuestra el mensaje constante es trabajar exclusivamente para mejorar la
situación económica, lograr bienestar, satisfacer todas las necesidades (reales
y ficticias). Sin embargo hay una necesidad (bien real, la más real) que queda
olvidada, diríamos, intencionalmente, en muchos casos por ignorancia, la
principal necesidad humana: la del sentido. Frankl asegura que la gente no es
feliz en este tipo de sociedades, además esta situación sería el trasfondo
sociológico del vacío existencial; “el relativo bienestar material está
acompañado de un empobrecimiento existencial”[2]
Hasta el psicoanálisis
admite la falta de un “contenido de vida” en sus pacientes. El mismo Frankl
diferencia entre sentido y sensación de sentido. El consumo de una
droga, por ejemplo, otorga sensación de sentido a aquellos que están
experimentando un vacío de sentido, entonces muchos se conforman con esto, lo
cual trae graves consecuencias[3]
como ser vivir siempre o cada vez más al margen de la verdadera realidad.
Viktor Frankl sintetiza las
causas de este mal actual en dos principios:
ó
Pérdida del instinto (contrariamente a los
animales, al hombre no le dictan los instintos lo que tiene que hacer).
ó
Pérdida de la tradición (al hombre
de hoy ya no le dice la tradición lo que debe hacer); es más, parece que
el hombre de hoy muchas veces “no sabe lo que realmente quiere”. Únicamente
busca o quiere lo que los demás hacen (conformismo) o hace sólo lo que los
demás quieren (totalitarismo) La pérdida de tradiciones (familiares,
culturales, religiosas), el colapso axiológico y la confusión reinante
mantienen al hombre cautivo de un mensaje contradictorio y deshumanizante. La
actitud de no creer en nada y en nadie, cuando nada tiene valor o todo da lo
mismo se llega a la desconfianza en la existencia y a un vacío. Los signos son
una vida “ligh”, superficial, descomprometida y sin responsabilidades, nada de
esfuerzos, nada de sacrificios.
La pérdida de las
tradiciones ataca directamente a los valores y su validez para todos, no al
sentido que es único e inigualable, los valores no pertenecen a situaciones
únicas e inigualables. La vida puede permanecer plena de sentido aún con la
desaparición de las tradiciones.
En Canadá, en la década del ´80, se hizo un estudio
entre los indios adolescentes norteamericanos con tendencia al suicidio, el
mismo arrojó que la mencionada tendencia se basaba en la estructura
desintegrada de la mayor parte de las culturas autóctonas tradicionales; para
un número creciente de jóvenes entre trece y diecinueve años, el suicidio era
la única acción que se les presentaba dotada de sentido en una vida que había
perdido significado[4].
En cualquier caso el hombre
se convierte en víctima de las situaciones. La vida cotidiana se convierte en
muchos casos en una mera supervivencia, un “mantenerse a flote” y correr… sin
saber hacia dónde. El apuro se ha
institucionalizado, todo tiene que ser rápido, no hay tiempo que perder!.
ó
Junto con el conformismo y el totalitarismo como
consecuencias del vacío existencial, se le suman las neurosis no sólo
psicógenas sino noogenas[5]:
considerada como una pobreza espiritual, cuando la sensación de falta de
sentido se apodera por completo de la vida de una persona; un nuevo síndrome
que desborda la psiquiatría tradicional ya sea en su diagnóstico como en su
tratamiento. Este cuadro es difícil de diagnosticar pero cada vez aparece más
frecuentemente; aunque sea difícil, es posible hacerlo con el PIL-Test (Purpose
In Life) construido por Crumbaugh J. C. director de investigaciones de un
laboratorio psicológico en Mississippi, quien pudo verificarlo y validarlo en
base a una muestra de 1.151 sujetos. Es uno de los test más aplicado desde
1964. Los resultados que se consiguieron con este test, fueron corroborados más
tarde por E. Lukas en 1971.
De por sí el sentimiento de
falta de sentido no se constituye en una neurosis, al menos como se la definía
habitualmente. Podría conceptualizarse como una neurosis sociógena, es
decir, producida por las condiciones actuales de la sociedad: industrializada y
consumista, que busca satisfacer, cuando no creando, todas las necesidades del
hombre, excepto la más radical y profunda: la de sentido.
El mismo Frankl comprobó
entre los estudiantes universitarios de Alemania, Suiza y Austria que un 25%
había experimentado el sentimiento de falta de sentido; sorprendentemente el
estudio entre universitarios norteamericanos arrojó una cifra del 60%. Esta
diferencia tan importante se adjudica a la siguiente causa:
ó
El “reduccionismo” sobre todo en los países
anglosajones pero no solamente. Los reduccionismos toman diversas formas, la
más conocida es la que se expresa con las palabras: “nada más que..”; por
ejemplo:
·
“La vida es nada más que un proceso de combustión y
oxidación”.
·
“Los valores son nada más que mecanismos de defensa y
formas de reacción”. O “inhibiciones homeostáticas en un proceso de
estímulo-respuesta”.
·
“El amor a los padres es nada más que narcisismo”
·
“La amistad es nada más que una sublimación de
tendencias homosexuales”
·
“El hombre es nada más que un mecanismo semejante a
una computadora”.
Y muchos otros ejemplos en
donde el problema resulta ser el “nada más que…” ya que cualquier realidad es
mucho más que eso y sobre todo el hombre. El reduccionismo en la medida que es
unidireccional y pierde la visión de conjunto está privado en sí mismo de un
sentido ya que este último supera y está más allá de los elementos que componen
la realidad de la que se está hablando, en este caso, el ser humano. Por otro
lado, estos conceptos pueden debilitar la búsqueda del sentido y los valores.
Este “adoctrinamiento” es de gran influencia entre los jóvenes.
ó
El sufrimiento físico: En
enfermedades graves irreversibles, en accidentes con graves deterioros o
convalecencias largas, la persona se pregunta angustiada ¿por qué me tuvo que
pasar a mí?. Por qué o para qué tanto dolor?. U otros cuestionamientos
similares. El dolor lleva a cuestionarse el sentido.
ó
Proyectos frustrados. Cuando una persona
persigue inflexiblemente y hasta caprichosamente un ideal y no lo consigue (por
cualquier causa) lo lleva a una frustración o depresión.
ó
La culpa. La impotencia frente a los deseos
de la voluntad: querer hacer algo y no poder. Esta experiencia se presenta como
complejo de inferioridad, conflicto de conciencia y culpa. En muchos casos esta
culpa puede servir de impulso y motivo para cambiar conductas cuando se
presenta como responsabilidad.
B.
Consecuencias de la frustración existencial:
Las
compensaciones más comunes: la búsqueda de placer y de poder.
El vacío existencial se
manifiesta enmascarado y disfrazado de
muchas maneras. Sobre todo se manifiesta en un estado de tedio, aburrimiento o
hastío. Es observable cada vez con mayor frecuencia una especie de depresión
que manifiestan sobre todo personas jóvenes cuando se encuentran “sin nada que
hacer”, en un día Domingo, en vacaciones, en ratos libres, jubilados, etc. La
persona se hace consciente de la falta de contenido en su vida cuando ya ha
dejado la rutina que lo mantenía ocupado, advirtiendo un vacío interior. Para
Frankl, dicho vacío es la causa que subyace en muchos casos de alcoholismo y
delincuencia juvenil.
¿Qué busca el ser humano?
Creemos que busca fundamentalmente ser feliz. Viktor Frankl piensa que lo que
realmente busca es un motivo para ser feliz[6].
El encuentro y la realización de ese sentido son el fundamento de la
felicidad.
Freud decía que el hombre es
deseo de placer; Adler, que es deseo de poder; Frankl, el hombre es deseo de
sentido. Este último considera que el placer, como dijimos es efecto secundario
y no necesariamente presente del encuentro y realización del sentido; el
“poder” de Adler es un medio para
conseguir lo que se busca y no el fin.
La felicidad tanto como el placer serían una
consecuencia, un efecto del hecho de haber encontrado el motivo, por lo tanto
una búsqueda ciega de la felicidad como
del placer nos llevaría a un desvío enfermizo, a la neurosis[7]
y a la pérdida del fundamento, entonces la felicidad y el placer se
pierden. Es más, la tendencia hacia el placer y el poder marcarían una
frustración del deseo de encontrar un sentido, es ya una motivación neurótica.
Las observaciones de Freud y Adler fueron hechas en personas neuróticas que
habían desviado su atención convirtiéndose así en conductas patológicas.
Precisamente aparecen la voluntad de placer y de poder cuando se frustra la
voluntad de sentido. Buscando la compensación necesaria, muchos se inclinan al
placer, y la frustración existencial se
manifiesta en forma de compensación sexual;
o al poder (prestigio) y su expresión más primitiva es la voluntad de
tener dinero.